Carta de un arrocero al Presidente Petro
Juan Bernardo Serrano se refirió a la crisis que vive el sector
Publicado en 16/03/2025 09:31
Casanare

Presidente, tal vez nunca he tenido la oportunidad de conocerlo, pero día a día, desde que comenzó su mandato, he observado en silencio cómo despotrica y descalifica a todos los que no quepan en su filosofía y actuar.  

 

Como productor arrocero, no puedo dejar pasar este sentimiento de inconformidad sobre su apreciación acerca de los arroceros, sin importar el tamaño y si son o no dueños de tierra.  

 

Ojalá conociera un poco más qué ha sido el arroz en Colombia, su evolución y la forma como se ha movilizado dentro del país. Cómo Casanare ha sido la tierra fértil para que miles de personas hayan construido proyectos de vida alrededor de este cultivo, que es lícito y fundamental en nuestra seguridad alimentaria. No merecemos ese menosprecio y ese trato déspota que no representa la dignidad de un mandatario que dice luchar por la inclusión y la equidad.  

 

Usted, presidente, habla de un modo particular que incomoda y entristece a millones de colombianos, y está siendo el más excluyente e inequitativo, siendo claramente incoherente.  

 

Su forma de referirse estigmatiza a un sector de gran importancia, no solo en Casanare, sino en muchas partes del país. Todos los productores arroceros pagamos impuestos ineludiblemente y pagamos las cuotas de fomento equitativamente, según el tamaño de cada productor. Nosotros no tenemos tiempo para pensar en las diferencias e intrigas que construye con su verbo.  

 

Es excluyente la forma como descalifica el derecho que tienen “los grandes” a recibir beneficios o apoyo de un Estado que se nutre con los aportes de cada uno de nosotros, sin pensar en el tamaño.  

 

Hoy, el sector afronta una crisis que amerita un diálogo armónico para buscar soluciones a la problemática, que, para mí, tiene múltiples causas, y muchas de ellas son responsabilidad del gobierno nacional.  

 

Estas son:  

  1. Construcción de políticas de absorción de cosechas, protegiendo la seguridad alimentaria nacional y la seguridad territorial con actores que estén dentro del marco de la ley y el orden.  
  2. Regular el alcance y autonomía de los gremios del agro, buscando la democracia y la regionalización.  
  3. Calcular el costo país que nos expone y limita nuestra capacidad competitiva, como lo es el mal estado de la red vial y la inseguridad.  
  4. Construcción de una visión regional que garantice el desarrollo sostenible.  
  5. Creación de tasas de fomento que permitan el acceso tecnológico y la agroindustrialización que produzca valor agregado a los productores.  
  6. Exenciones tributarias, arancelarias e impositivas a los bienes de capital para favorecer la empresarización y, así mismo, la formalización, que es la que tributa para mantener al Estado.  
  7. Políticas concretas de desarrollo rural, vivienda rural y educación técnica agropecuaria para el trabajo y competitividad de los jóvenes del campo.  
  8. Políticas de fomento y apoyo a las nuevas generaciones para que permanezcan en el campo y atraigan a muchos que viven en las ciudades.  

 

La palabra “business”, en el tono intrigante que usted coloca, expone a todos los que trabajamos en el campo y estamos expuestos a las afugias de la nueva triste realidad colombiana.  

 

Hoy ha vuelto la extorsión y el secuestro, además del campante hábito de la corrupción, el clientelismo y la politización de la institucionalidad, que tiene sus dueños y no somos los ciudadanos productivos de este país.  

 

Le recuerdo, presidente, que “los grandes” tributan también, ayudando a pagar la nómina clientelista y burocrática que carcome los presupuestos y frena la inversión pública para el desarrollo.  Hoy, más que nunca, se hace necesaria la concertación y la participación de todos los miembros de la cadena productiva. 

 

Con el respeto que su dignidad merece, lo invito a tratarnos a todos los ciudadanos y trabajadores por igual, con los derechos que nombra la Constitución y que usted ha querido obviar con su lenguaje excluyente e inequitativo. No más descalificación y lenguaje incendiario que siembra la discordia y resiente a los más vulnerables.

 

Escrito por Juan Bernardo Serrano 

 

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